




Al terminar mi carrera universitaria y un par de años después me dispuse a viajar por Europa de mochilero, con otros 2 amigos colegas (Josue y Ramón) entusiasmados nos dispusimos a iniciar nuestro primer viaje al viejo continente. Aparentemente todo iba a estar planeado desde un inicio, donde llegar, que comer, inclusive que idioma hablar... Grandes barreras tuvimos que romper, desde la comunicación (entre nosotros, con los locales y compañeros viajeros) hasta re-entrenar nuestros mexicanos estómagos a diversas comidas que nunca habíamos deleitado o aborrecido. El dinero, otro gran obstáculo que superar y también el terrible jetlag de la primera semana (zombie a la mexicana).
Al cabo de 3 agotadores meses en constante movimiento y con una mochila de alrededor de 18 kilos en la espalda y cámara en mano comprendimos (o al menos yo) que no hay lugar como el hogar...
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